La pandemia ha sembrado de dolor nuestra región, con más de medio millón de vidas perdidas, y ha agravado los déficits estructurales de Iberoamérica, marcados por la desigualdad, la
informalidad y una baja productividad. Una crisis que ha azotado con fuerza los hogares y las economías de todo el mundo, pero que se ha dejado sentir con especial rudeza en América
Latina y el Caribe, una región en la que solo habita el 8% de la población global, pero carga con el 30% de los fallecimientos.
Al mismo tiempo, la crisis también nos ha situado en un punto de inflexión histórico: el mundo no volverá a ser el mismo. Este remezón social y económico ha puesto el foco en las personas
y abre oportunidades esperanzadoras para acelerar unos cambios cuya implementación, de no mediar la pandemia, probablemente hubieran precisado décadas. Es el momento de aprovechar la coyuntura para impulsar la transformación y el impacto social de la mano de un sector privado renovado, sostenible y resiliente.